De ahí ya a la mesa y a degustar la comida. He aquí algunas pocas fotos de ese rato. El resto de la jornada, para mi, fue el trayecto de vuelta a casa. Llegué al hogar pasadas las diez de la noche.
Aun respiro profundo y todo. Parpadeo, después existo. Me miro. Soy yo. No he desaparecido del todo al fin y al cabo. Porque, esto de la conciliación, queridos y queridas, es algo complicado. Hay que sacar el cuadernillo Rubio de la igualdad y hacer unos cuantos ejercicios que al final, nos queda para septiembre y repetimos.