Pero, en épocas anteriores, los moralistas gastaban mucha tinta en advertir de los peligros de las acciones manuales o digitales que, aplicadas por el agente en la verga, la vagina, el clítoris, el ano, o regiones adyacentes, iban dirigidas a satisfacer la concupiscencia. Los moralistas aseveraban que la masturbación provocaba, en los hombres, pérdidas de fósforo cerebral a través del semen. Todas estas alucinantes fantasías formaban parte de la educación moral impartida en los colegios de la primera mitad de nuestro siglo, que, en nuestra Patria, duró hasta el tercer cuarto. En el caso que nos ocupa, necesidad de masturbarse.
En mi adolescencia nadie me dijo que las mujeres se masturbaban y abundante menos que podías hacerlo teniendo la regla. Nuestro cuerpo es un lienzo blanco, podemos estimularlo de diferentes formas, ya sea tocando los pezones, garganta, genitales, o viendo una buena binza porno. El clítoris es un glándula del aparato genital femenino. Solo su glande es visible, en la parte superior de la vulva; internamente se extiende por los labios mayores, el perineo, y rodea el tercio inferior de la vagina. La llave de la masturbación es estar relajada y poder conectar con tu cuerpo. Puedes llegar a sentir un orgasmo barreno, pero no te preocupes si no es así.
Pues sí, pero el origen física no es otro que psicológico. No lo necesito. Ellas no lo hacen, no se masturban. Imagínate si decimos que nos damos placer, dice la sexóloga Elena Crespi. Es por eso que, en general, durante los primeros abriles de la adolescencia —etapa en la que algunas empiezan a conocer su cuerpo— a muchas chicas ni tampoco se les pasa por la cabeza la idea de indagar en su intimidad. Por otro lado, las que sí lo hacen, se sienten avergonzadas o culpables por ello. Algunas lo niegan o simplemente evitan esas conversaciones. Los chicos se expresan abiertamente, se cuentan sus masturbaciones en grupo con todo lujo de detalles, las chicas callan e incluso se asquean. Eso no es para ellas.